Confesiones de un tipo feo
Confesiones de un tipo feo
Yo era tan feo que, cuando nacÃ, el médico preguntó donde estaba la cámara oculta. Era tan feo que, cuando nacÃ, el doctor me tiró al aire y dijo: “si vuela es murciélago”, y luego me tiró en el agua y dijo: “si nada, es cocodrilo”. Era tan feo que cuando nacÃ, el doctor me dio la cachetada en la cara. Luego fue a la sala de espera y le dijo a mi padre : “Hicimos lo que pudimos… pero nació vivo”, y en lugar de felicitar a mi papá, lo golpeó.
Era tan feo, que mi madre, cuando nacÃ, no sabÃa si habÃa sido un mal parto o una buena cagada. Incluso, mi mamá no sabÃa si quedarse conmigo o con la placenta. Como era prematuro me metieron en una incubadora… con vidrios polarizados. Era tan feo, que cuando nacà no lloré yo ¡lloró el doctor, mi papá y mi mamá! Mi madre nunca me dio el pecho porque decÃa que sólo me querÃa como amigo, asà que en vez de darme el pecho, me daba la espalda. Era tan feo que a los 3 meses aprendà a caminar, porque nadie me alzaba.
Era tan feo que cuando era chico, me acariciaban con una rama. Era un niño tan feo, pero tan feo, que un dÃa mi mamá me llevó de camping y en la noche, los coyotes prendieron fogatas para que no me acercara. Era tan feo que cuando jugaba al escondite nadie me buscaba. Nacà tan feo que cuando era niño, por las noches, mi “angelito de la guarda” dormÃa en la habitación de al lado.
Yo siempre fui muy peludo: a mi madre siempre le preguntaban: “Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?” Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venÃa cuando la compró. Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico.
Una vez me perdÃ, y le pregunté al policÃa si creÃa que Ãbamos a encontrar a mis padres; me contestó: “No lo sé; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido”. Era tan feo que me exhibÃan en una feria por teléfono. Era tan feo que cuando me despertaba, el sol se escondÃa. Era tan feo, que no podÃa dormir, porque cuando venÃa el sueño, lo espantaba. Era tan feo, que me dolÃa la cara.
Era tan feo que los ratones me comieron el documento y dejaron la foto. Cuando fui al zoológico los monos me tiraban galletitas. Mis padres tenÃan que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo. Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mÃo a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contestó que querÃa mas pruebas. Tuve que trabajar desde chico. Trabajé en una veterinaria y la gente no paraba de preguntarme cuánto costaba yo. Un dÃa llamó una chica a mi casa diciéndome: “Ven a mi casa que no hay nadie”. Cuando llegué no habÃa nadie.
Era tan feo que el psiquiatra me hacÃa acostar boca abajo. El psiquiatra me dijo un dÃa que yo estaba loco. Yo le dije que querÃa escuchar una segunda opinión. “De acuerdo, además de loco es usted muy feo”, me dijo. Una vez, cuando me iba a suicidar tirándome desde la terraza de un edificio de 50 pisos, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: “En sus marcas, listos…” El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habÃan condenado a la silla eléctrica…
Era tan feo, pero tan feo, que cuando mandé mi foto por e-mail, el antivirus la detectó. Era tan feo que me miraban dos veces porque la primera no se lo creÃan. Era tan feo que convertà a Medusa en piedra. Encima, me echaban del tren fantasma porque “asustaba demasiado”. Era tan feo que asustaba hasta los ciegos. Era tan feo que cuando me miraba en el espejo, el reflejo se hacÃa a un lado. Era tan feo que hacÃa llorar a las cebollas. Era tan feo que tiré un boomerang y éste no regresó nunca mas. Era tan feo que cuando iba al banco, apagaban las cámaras de seguridad. Era tan feo que cuando fui a la casa de los espantos… regresé con una solicitud de empleo. SÃ, amigos, yo era tan feo, tan feo, que una vez me atropelló un auto… y quedé mejor. Y ahora soy, apenas… feo.
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