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10 maneras de identificar a un turista español

10 formas de reconocer a un turista español


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Aunque tengamos serias sospechas de que los turistas ingleses o alemanes hacen prácticamente lo mismo, todos hemos tenido o tendremos alguno de los comportamientos aquí descritos. Aprendamos a identificarlos, reconozcámoslos como propios y, más que huir, entreguémonos a ellos con amor.

DURANTE EL VUELO

El turista español medio es fácilmente identificable por ser el que viaja con el equipaje de mano más aparatoso, normalmente consistente en maleta, bolso y bolsa con comida y regalos. Estará hablando por el móvil hasta bien iniciada la maniobra de despegue, con reprobación del auxiliar de vuelo incluida. Durante el vuelo manifestará repetidamente su miedo a que se le conecte la tarifa de datos en el país de destino, con el subsiguiente susto en la factura. Al aterrizar, será el primero en ponerse de pie, en encender el móvil y en comentar a carcajadas los graciosos nombres de las redes de teléfonos del país de destino.

EN UN VIAJE EN AUTOBÚS

Está muy extendida la práctica de ver películas en el portátil sin cascos, dificultando el sueño del resto de los pasajeros. También es muy popular la ingesta de alimentos especialmente olorosos, como chorizo o mandarinas.

EN UN VIAJE EN TREN

Si alguien se ha colado sin pagar billete, existe un 75% de probabilidades de que sea español. Cuando el revisor le pille infraganti, protestará (nunca en el idioma del país en el que se está), hablará a gritos, sembrará confusión y evitará pagar la multa intentando convencer a todo el vagón de que la culpa es del sistema de ferrocarriles del país visitado.

EN LA RECEPCIÓN DEL HOTEL

Si se está, por ejemplo, en Francia y el recepcionista saluda a los huéspedes en español, el 80% hará el siguiente chiste: “Caramba, ¡pero qué bien entiendo el francés!”.

 

EN EL RESORT

Nueve de cada diez españoles en un resort serán parejas de luna de miel. Se les reconoce porque ellas llevan manicura francesa y sólo hablan de sus bodas; ellos sólo hablan de sus coches.

EN EL BUFFET DEL DESAYUNO

Tras hacer muchos chistes condescendientes sobre los desayunos británicos, los españoles serán los primeros en llenarse el plato de embutidos y quesos de diversas procedencias y ejemplares de toda la bollería conocida por el hombre. Llegarán los últimos al turno de desayuno y cena y se harán bocadillos para pasar el día con todo lo que esté a su disposición ante la mirada avergonzada de sus hijos adolescentes (si los hay).

EN EL RESTAURANTE

Si la carta se expone fuera, la estudiarán como si se tratase de los manuscritos del mar muerto. Una vez dentro intentarán establecer (probablemente en balde) una relación de colegueo con el camarero. Si se viaja con niños, corretearán libremente entre las mesas ante la meliflua mirada de sus padres, a no ser que sea un poco mayorcitos y no aparten la cara de la consola portátil. Se coma lo que se coma, el comentario final será indefectiblemente: “Esto está muy bien, pero donde se pongan unos callos/cocido/paella/jamoncito del bueno…”.

 

ANTE EL MONUMENTO

Variación del comportamiento en el restaurante, pero con un “No tiene comparación con la catedral de Burgos/la Giralda/la plaza mayor de Vic”.

EN EL MUSEO

En el libro de visitas el rastro español será fácilmente identificable porque, entre comentarios en esloveno o polaco sobre los puntos fuertes y débiles de la exposición, aparecerán varios “¡Hala Madrid!” “Viva Herrera de Pisuerga” o “Luchi te quiero”.

EN CUALQUIER OCASIÓN

El turista español medio es experto en identificar a cualquier otro turista español, acercarse y establecer una conversación que consistirá en dos partes. Primero se preguntará el origen del conciudadano y si éste es, por ejemplo, de Turégano, el turista medio siempre tendrá un tío en Turégano o se habrá corrido unas buenas juergas en el bar Paco de Turégano o, según la edad, hasta habrá hecho la mili por las cercanías. La segunda parte se dedicará a destripar todos los entresijos del viaje, comentando los destinos ya vistos, el medio de transporte empleado y los lugares que quedan por recorrer para realizar seguidamente un profundo análisis del destino que se está visitando con comentarios tipo: “Tienen unos horarios absurdos”, “Es que aquí no saben comer” o “¡Es que es un lío, no sé cómo se aclaran! En España no es tan complicado”.
Si se coincide con un grupo grande de españoles en un trayecto prolongado, al final del trayecto se conocerán a la perfección los nombres de todos y cada uno de los miembros del grupo y se podrán relatar las anécdotas del viaje como si las hubiera vivido uno mismo. Y probablemente se haya escuchado varias docenas de veces el mantra “Como en España, en ningún sitio”.




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